Un ARTISTA o ANTIARTISTA según se mire fue Marcel Duchamp. Una de sus obras fruto del azar por un lado y de lo premeditado por otro fue sin duda alguna el famoso urinario que él tituló como Fuente. Cualquier profano en la materia e incluso también un experto diría que la Fuente no es una obra de arte o que quizás sea una extravagancia o incluso una manera de reírse de aquel que la contempla. ¡Pues es verdad! Todo eso y mucho más era la intención de su creador.
El caso es que en 1917 se celebraba una muestra de arte independiente en la galería Grand Central de Nueva York a la que D. fue invitado a formar parte como jurado. La ocurrencia que tuvo no fue otra que tomar un urinario de esos que están en los cuartos de baño públicos, colocar como base la parte que se apoya en la pared y firmarlo con el seudónimo de R. Mutt. Lógicamente el ala más conservadora del jurado lo consideró desde broma de mal gusto a ordinariez e indecencia y desechó la obra del certamen. El mismo D. declaró que él había sido el que presentaba dicha obra y a continuación dimitió como jurado.
Pero aquí no acaba la historia la Fuente inició una peregrinación por varios lugares y acabó siendo expuesta, incluso… en un museo. Con este gesto y como buen vanguardista D. se rebeló contra el concepto de arte tradicional que consagraba al genio y a su obra como algo único, original e irrepetible, situándose obra y autor en una esfera sagrada e intocable. Si bien la fotografía habría puesto en duda este concepto respecto a la pintura tal como lo demostró Walter Benjamin (La obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica, 1936) es Duchamp quien lo demuestra con más rotundidad desafiando el convencionalismo tradicional del arte occidental. El hecho de sacar un objeto de fábrica y reproducido en serie, de su contexto original o de la finalidad para la que había sido creado y elevarlo a la categoría de obra artística, pone de manifiesto que el arte no es fruto de una élite histriónica tocada del halo de la inspiración. Al fin y al cabo Dios se ha servido de lo necio del mundo para confundir a los sabios ¿no?
Por cierto, aunque nadie se lo crea la Fuente De Duchamp es la obra más influyente de todo el arte contemporáneo occidental por delante incluso de las Señoritas de Aviñón.
En el campo del arte todos tienen derecho a opinar ya que sobre gustos no hay nada escrito. Las típicas expresiones: “¡Qué bien pinta!! O “¡Qué bonito!” son atribuidas a una caterva de pintores rancios, pervertidos o carentes de imaginación. Félix Revello de Toro o Antonio López pertenecen a esta especie pero pintan muy bonito, por eso cuando yo digo que a mí no me gustan y que prefiero un urinario, conticuere omnes, me miran con cara extraña, se ríen de mí y es entonces cuando me acuerdo de Duchamp y pienso para mis adentros: ahí me las den todas.